dimecres, de juny 20, 2007

Mi mujer dice...(IV)

A Sue Ellen ya se le ha pasado el cabreo. No hay como felicitar a la suegra de uno (y, por ende, madre de una) el día de autos a las ocho menos de la mañana, esto es, el primero en hacerlo. Esto y poner dos lavavajillas, mano de santo.
El cabreo en cuestión se inició el pasado martes cuando Sue Ellen salió de casa a las 5 de la mañana para ir al aeropuerto destino Bilbao. Con tanta mala suerte que al cerrar la puerta de casa y llegar a la puerta de la calle comprobó que ésta estaba cerrada con llave. ¡Y no llevaba llaves! ¡Estaba atrapada en el rellano!. Lógicamente llamó al timbre de casa. Y lógicamente no lo oí ni me desperté. También llamó por teléfono desde el móvil. Y tampoco la oí. Sue Ellen tenía que pensar rápido porque los aviones no esperan. La solución se llamaba Montse, esto es, la vecina del 1º1ª. Que lógicamente la oyó cuando llamó a su timbre y le abrió la puerta que la conducía a Bilbao a tan intempestivas horas. Yo me enteré del culebrón a las nueve de la mañana cuando iba a trabajar como de costumbre. Chorreo y todo eso,...
La culminación de cabreo llegó el jueves cuando Sue Ellen regresaba de su viaje sindical de Bilbao. El vuelo en cuestión, llegada aproximada 22.00 horas, llevaba un retraso considerable. Finalmente aterrizó en el Prat a las 00.30 horas y me llamó para confirmar que llegaba en una hora escasa tras recoger maletas y coger un taxi. Yo, con la conciencia tranquila que mi mujer estaba ya a salvo de atentados aéreos y con un cansancio de dos pares de cojones de ejercer durante dos días de Super(Wo)Man, esto es, Padre Trabajador (o sea, trabajo, llevar los niños al colegio, recoger los niños del colegio, ceñas, baños, lavadoras,...eso que las mujeres cada día y no vemos o no queremos ver), me acosté sin tener en cuenta el pequeño gran detalle que mi mujer seguía sin llevar llaves. Lógicamente cuando Sue Ellen llegó al portal a las 01.45 horas llamó al timbre. Y lógicamente no lo oí ni me desperté. También llamó por teléfono desde el móvil. Y tampoco la oí. La solución, esta vez, no podía llamarse Montse, esto es, la vecina del 1º1ª. La solución ahora se llamaba Mayte, la asistente que viene los martes a casa y tiene llaves de casa, y vive 5 manzanas del Ensanche más arriba. Tras el intercambio de llamadas y llaves, Sue Ellen entraba en casa a las 02.15 horas. Los improperios que salieron de su boca hacia mi persona son irreproducibles.
Para aderezar la fiesta, sobre las 04.00 horas de la misma hora se desplomó literalmente de la pared de una habitación un conjunto de estanterías organizando un zipizape de dimensiones considerables. Lógicamente yo había colocado esas estanterías años atrás con mi acostumbrada impericia en bricolage. Lógicamente tampoco oí el, dicen, descomunal ruido del desplome. Los improperios que volvieron a salir de su boca hacia mi persona volvieron a ser irreproducibles