diumenge, de setembre 16, 2007

Mujeresquenofumannifaltaqueleshace (III)

Desde muy pequeño siempre me interesó el deporte de competición como espectador. Era todo un portento de memorización de deportistas de todo tipo, aunque básicamente me interesaba el futbol, el ciclismo y el tenis.
Así, en tenis sabía quien eran Panatta, Nastase, Kodes, Higueras, Orantes, Leconte, Newcombe, Russel, Tanner, Stan Smith, Gerulaitas, Connors. Lógicamente, por áquello del corporativismo entre machos, me decantaba por los deportistas maculinos.
Pero, cuándo, hacia 1976, se despertó la primera hormona heterosexual de mi todavía incipiente sexualidad todas las miradas se dirigieron a ella. A Chris Evert, la mejor jugadora de tenis de mediados de los setenta. Tuvo que llegar áquel caballo de Martina Navratilova para arrebatarle la hegemonía del tenis mundial.
Lo que nadie me arrebata es la sensación haber sido la primera mujer que me gustaba físicamente.
Novia de Jimmy Connors, la aparición de John McEnroe supuso un bálsamo para mí. Cada vez que el puto Jimmy mordía el polvo a manos de la raqueta de McEnroe me sentía como en áquella canción de los Hombres G. ¡Sufre... mamón! Devuélveme a mi chica o te retorcerás entre polvos pica-pica.¡Sufre... mamón! Devuélveme a mi chica o te retorcerás entre polvos pica-pica.
Años después McEnroe empezó a salir con Tatum O'Neal. Y las tenistas europeas con pinta de policía de la Alemania del Este fueron desapareciendo (veáse Navratilova, Steffie Graff, Monica Seles, Arantxa Sanchez, Monica Higgins, Conchita Martinez,..). Y las tenistas guapas volvieron a salir a pista, esto es, Maria Sharapova, Ana Kournikova, Ana Ivanovic y Bethanie Mattek entre otras.
Pero esto merecería un post aparte.